martes, 19 de febrero de 2013

A veces, solo lo hago.


Suena la alarma y aún dormida le atino con poca precisión al botón que la apaga. En mi mente me consuelo "solo un minuto más". Minuto que se convierte en media hora. Asustada me levanto; ya no tendré tiempo de desayunar. Abro la llave, prendo la tele; las mismas noticias que no sorprenden y los mismos chistes que no dan risa. El agua caliente pareciera que enciende mi cerebro a pensar ideas asombrosas, nuevos productos, películas increíbles, historias de amor que derriten el corazón; pero no tengo tiempo. Aún no llevo una hora de pie y el tiempo me está comiendo. (Por lo menos alguien en esta historia come). Preocupada me cambio con lo primero que encuentro y formulo la manera de comer ahora en menos tiempo por ir tarde al trabajo. Enciendo el carro y tomo camino. A veces me pregunto si esas personas que manejan horriblemente con prisa pensarán realmente que solo ellas tienen prisa. En fin, mis agudas habilidades al volante me permiten esquivar a esas bestias con motor; a veces me molesto y a veces me divierto, todo depende de qué tan entretenido esté el tráfico. Llego al trabajo y el tiempo pasa rápido hasta que mi estómago vacío empieza a renegar; ¡me he olvidado de desayunar! Ni modo, hasta la comida será. Es hora de salir, comer y manejar para llegar a la escuela al mismo tiempo. Llego a la escuela con prisa. En los días normales me aviento el maratón de los tres pisos corriendo para llegar a tiempo, cuando ando más cansada elijo el elevador y me trago las críticas de la gente por usarlo. Pienso: "ellos no saben nada de mi día". En la escuela me llevan a ir contra mi naturaleza: poner atención durante 6 horas seguidas. Dos gloriosos días solo son 3 horas. Salir de la escuela con los rayos de la luna e ir destrozada a mi casa buscando mi cama. Oh, no; aún hay muchas cosas qué hacer. "Estudia otra carrera, me dije... eres chingona, me dije". Nunca pensé que el estar ocupada para prepararme a ser alguien en la vida me cobrara tan caro con mis amistades. Nunca me importará tanto no comer, medio dormir, estar cansada, no rendir como perder una amistad por invertir tiempo en mis ocupaciones. Al terminar mis ocupaciones siempre queda tiempo de oro para compartir con mi mejor amiga. Ver una película, cenar, jugar, reír... y al final, recargar mi cabeza en la almohada y en mi intimidad, agradecerle a Dios. A veces no tengo nada que agradecer, pero lo hago. A veces no quiero agradecer, pero lo hago. A veces, solo lo hago.

Este es, en resumen, mi día generalmente. No soy víctima porque así decidí que fuera, pero a veces mi salud mental desearía un poco de comprensión.

domingo, 6 de enero de 2013

Ci vediamo

De más joven tenía miles de filosofías de vida. Entre ellas, caminar con el corazón de frente, encontrar la felicidad en saber que amaste aunque esa relación ya no existiera, estar para los demás en todo momento y en todo lugar, considerar que nadie te ha fallado por el simple hecho de que uno no está exento de cometer los mismos errores por tener la misma condición humana y más. En fin, en mi adolescencia me convertí en un libro de superación personal. Sin embargo, pasan los años y me he dado cuenta que no es tan fácil continuar con los mismos ideales por más que quiera. En esta ocasión quiero hablar de ese estilo de vida que me ha sacado un par de canas y dos que tres galones de lágrimas:

Aferrarme a permanecer en la vida de los que amo.

Es un hecho, si alguien quiere estar contigo hará lo que sea necesario para que suceda. Ninguna relación (de amistad, amorosa, profesional...) funciona con una sola parte. Y esto me ha costado demasiado asimilarlo.

He permanecido días, meses, y en ciertos casos años, esperando a que esa persona vuelva y quiera caminar conmigo. Pero lo único que me ha dejado esta espera es que ese amor se vaya con el viento y se desvanezca las ganas de seguir ahí. Y que, al no darme cuenta de esto, el amor se convierta en capricho y el capricho en una ilusión que nunca se consumará.

No quiero estar con alguien que tenga que pensar si me quiere. Quiero alguien que, al conocerme, logre querer aventurarse a conocer más y en su momento que tenga la certeza de que quiere estar conmigo.

No quiero volver a aferrarme a la compañía de una persona sabiendo que en su corazón no hay un espacio para mí.

Pero más que todo, no quiero volver a llorar por haber cometido el error de amar a alguien que nunca estará dispuesto a amar de vuelta. Ni siquiera a él mismo.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El día que se me acabó el mundo.

El día que se iba a acabar el mundo aparentemente no se acabó. Tal vez fue el inicio de otros tiempos o incluso un día o una fecha tan normal como cualquier otra. Todo depende para quien.

Para mí, fue el día que se me acabó el mundo.

Ha estado tanto tiempo conmigo que he perdido la capacidad de asombrarme con cada detalle y cada segundo que comparto con él. Ha estado conmigo tanto tiempo que a veces olvido lo honrada que debo sentirme con su presencia. Ha estado tanto tiempo conmigo que mi costumbre tiende a pensar que así será para siempre.

Y tal vez no.

El mundo se les acaba a aquellos que se les acaba el tiempo, la vida. Y si tú te vas, contigo se va mi vida y con mi vida y contigo se me va mi mundo. He prometido tantas veces cambiar, hoy te prometo amar. No es que no lo haya hecho antes, pero ahora será mi primer y último pensamiento del día y tengo la certeza que así, no te volveré a fallar.

Pon en mis manos de nuevo tu corazón y prometo que estas manos no tendrán ninguna otra función más que cuidar lo que en ellas has depositado y, si así me honraras, lo sigas haciendo.

Sea quien sea que esté leyendo esto: no es para ti a menos que al leerlo, tengas la certeza que sí lo es. Porque si sí lo eres, en tu corazón se dibujará una sonrisa de esas que ordenan que comiencen a volar las mariposas en el estómago y emitan con fuerza un suspiro que se origina en el alma. Hasta que lo leas tendrás la certeza que es para ti porque cada palabra ha sido pensando en ti.

Dame una oportunidad más de amar.

lunes, 17 de diciembre de 2012

De Verónica aprendí…

De mi pequeña Hawaiiana con ukelele llamada Verónica aprendí que si el camino (la vida) es pedregoso (difícil), es una excelente oportunidad para bailar (vivir) con más ganas.

Que sí afuera (el mundo) está muy frío, se puede usar bikini (destapar el corazón) y enseñar a todos que el clima que importa es el de adentro (la calidez humana).

Que tocar el ukelele (hacer lo que más disfrutas) se puede hacer en cualquier lugar (sin importar en donde estés y hasta con los ojos cerrados).

Y a no ocultar el ser Hawaiiana (ser quien eres) aunque te rodees de gente que no es de ahí (que no piense, crea o sea como tú).

Ah, y una cosa más: a ser una excelente compañera de camino. (Creo que esta no necesita paréntesis).

viernes, 14 de diciembre de 2012

Una vida normal

Las experiencias dolorosas, independientemente de lo que se hayan llevado, nos dejan sabiduría o mínimo un aprendizaje pero también nos regalan un poco de «malicia».

Esta es la historia de aquella persona que aprendió lo que le enseñaron desde que nació, las normas generalmente aceptadas de conducta y comportamiento social, qué hacer en los casos más generales y en el día a día, qué decir, cómo actuar, qué pensar; en fin, un habitante más del planeta. Creció y se dio cuenta que había conflictos para aplicar lo que le habían enseñado cuando las cosas que "generalmente pasan" no pasaban y comenzaban a suceder cosas que "no eran normales".

Para entender un poco más su pequeña realidad, le habían enseñado que la muerte generalmente llegaba a una edad avanzada, cuando el tiempo aclaraba los cabellos y arrugaba la piel. El día que murió su amigo no supo cómo reaccionar. El signo del tiempo de su amigo no había alcanzado a arrugar su piel; una que otra línea de expresión en su sonrisa pero nada más. La causa de la muerte de su amigo, según sus conclusiones, había sido como razón principal el tráfico de droga. Ese día decidió que por ningún motivo usaría alguna droga ilegal ya que esto, según él, estaría creando más muertes que no eran normales.

Luego, falleció un tío. Más viejo que su amigo pero aún sin cumplir las características de una persona de tercera edad. Este tío había muerto por enfermedades cardiovasculares. Ese día prometió que cuidaría su alimentación y haría ejercicio de por vida ya que haciendo eso y con su ejemplo lograría que la muerte no cobrara la vida en una situación anormal.

Después falleció la madre soltera que atendía la tienda de abarrotes de la esquina. Más joven que su tío la muerte la había alcanzado después de que un joven se había impactado contra su vehículo en un momento de distracción con el celular. Decidió también que al tomar el volante de cualquier vehículo nunca dejaría que algo le quitara su atención al manejar ya que dejaría sola a una niña de 6 años, cosa que no sería normal.

Por último, al pasar por un hospital se dio cuenta de que había fallecido un recién nacido y fue hasta entonces que entendió que cualquiera podía morir tan solo por el hecho de vivir, que cualquiera puede fallar por el hecho de intentar, cualquiera puede caerse tan solo por el detalle de estar de pie.

Ese día decidió empezar a vivir. Ese día dejó de ser normal cualquier día de su vida.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Ahí. Sola. Esperando.

Rompió el silencio de la madrugada mi palpitar agitado. Me encontraba ahí, parada, esperando la señal para empezar a trabajar. Era importante que no emitiera ningún ruido que me delatara pero, ¡estos movimientos involuntarios que no puedo controlar! (movimientos involuntarios será el término que utilizaré a lo que hace mi corazón cuando se acuerda de ti). No había corrido pero sudaba... frío. El viento hizo que mi corazón asustado quedara como un ruido menor al estremecer con su fuerza las copas de los árboles.

Y estaba ahí, parada, sola, esperando la señal para empezar a trabajar. Pero en el periodo de ese tiempo llegaste tú a mi pensamiento. Y no supe qué hacer. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo hasta llegar a mi alma y desembocar en forma de rayo que jalaba a mi corazón y que buscaba juntarlo con mi estómago. (Ese estómago que ha recibido más harina refinada que mariposas últimamente.) No supe qué hacer. ¿Se me había olvidado olvidarte por completo? Como ese documento importante que has olvidado mandarlo a la trituradora así había olvidado olvidarte. Algo me decía que había una posibilidad de que más que olvidarlo, no había podido completar la acción; seguía recordándote.

En medio de la noche más fría que he presenciado, me encontraba parada en una montaña aferrándome a un ixtle como mi única seguridad. Pensándote. Preguntándole a Dios si olvidarte sería posible. ¿Qué has hecho que no puedo vivir tranquila lejos de ti? ¿Serás mi única seguridad? ¿Por qué después de tanto tiempo solo he conseguido aferrarme más a tu recuerdo?

¡LISTOS!

Un grito de afuera interrumpió mi revolución interna. Era tiempo de trabajar. Dejarte ahí, parado, solo. Y que, eventualmente, esperaras la señal para empezar a trabajar.

sábado, 27 de octubre de 2012

Esto y más


Cada que pasan los días, los meses y los años le resulta más difícil al corazón decir "Te amo". No solo  a un gran amor, sino también a un gran amigo decirle: "Me importas mucho, quiero tenerte siempre en mi vida", a nuestros padres: "Gracias por todo lo que han hecho y sacrificado por mí", etc.

El dolor me arruga el corazón más que el tiempo a mi piel. Y las canas me llegan más rápido por luchar que por el tiempo esperar. 

No por esto desisto, guardo en mi corazón las ganas de luchar por un amor que conmigo se quiera arriesgar.

Te esperaré hasta que
el siempre se conjugue contigo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Con suerte te olvido.

Podré olvidar tu nombre, tus ojos y tu mirada, tus labios y tus besos. Podré olvidar tus manos y la reacción de las mías al estar entrelazadas con las tuyas. Podré olvidar también quien eres, quien soy y quienes fuimos. Con suerte, olvidaré todos esos recuerdos que viví a tu lado y la historia que protagonizamos. Podré borrar de mi alma toda marca y huella tuya; con suerte lo haré. Lo que no podré será olvidar tu aroma que ventila mis mañanas y que entra en forma de susurro hasta tocar las fibras más profundas de mi corazón, la misma que por obra de magia me hace olvidar que te olvidé y trae consigo todo lo que pude olvidar. Olvidar tu aroma será más difícil que olvidarme de mí misma.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Nite

La vida es como la salida de un antro; en ese momento de mareo y confusión, la gente con la que estuviste todo el tiempo te deja sola y de la nada, llega alguien a hacerte pensar que valió la pena y a rescatar la noche.

¿Qué es la vida si regresas sola a casa?

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Esta princesa no es para ti

No sé maquillarme, no sé andar en tacones. Tampoco sé peinarme ni sé vestirme de acuerdo a la ocasión. Pero sí sé algo; se amar hasta morir. 
Si eres valiente, este corazón te va a enseñar a amar tan durísimo que si intentas salir, de esta no te recuperas; pero si te quedas, de aquí nos vamos directo al cielo.


Esta princesa no es como todas; no valgo más, ni valgo menos. Solo se trata de saber a qué le das más valor y de ahí sabrás si soy para ti o no.