Cuando camino y veo que la sonrisa ha abandonado tu rostro, no puedo evitar mirar al cielo y preguntarle a Dios por qué el capricho de seguir tus pasos.
Y al seguir, me doy cuenta que el polo norte se ha mudado a tu corazón pero sin renos, sin enanos, sin santa y felicidad; solo el hielo y soledad.
Capricho es buscarte, capricho es quererte, capricho es tener esperanza por ti y todo esto combinado (y en lo individual) es una estupidez.
Eras príncipe y al besarte te convertí en sapo.
La culpa fue mía, la falta de coraje la dejamos para otro cuento.
Me voy justo de donde no hay nadie y me quedo justo donde no hay nada.